Tuesday, August 26, 2014

"Nunca le metieron en prisión. 'No podemos hacer nada', dijeron".

Si denuncias a un violador, sólo hay un 50,8% de probabilidad de arresto. Después de arrestarle, hay un 80% de posibilidades de llevar el caso a juicio. En el juicio, hay un 58% de probabilidad de una convicción por delito mayor. Si hay una convicción de delito mayor, hay un 69% de probabilidad que el convicto pase tiempo en la cárcel.
Aún en ese 28% de violaciones reportadas por la policía, hay sólo un 16,3% de probabilidad de que el agresor pase tiempo en la cárcel.
Tomando en consideración las violaciones que no son reportadas, como el 5%, uno de cada 20 violadores pasarán un día en la cárcel. 19 de cada 20 quedarán libres.
Estadísticas de probabilidad recopiladas por la NCPA de las estadísticas del Depratamento de Justicia de EU

Hola, me llamo Sara, tengo 15 años y me da miedo ir al campo yo sola”.

Sara adoraba el campo. Solía pasear tranquilamente mientras pensaba en los pequeños problemas de una niña de 12 años. Paseaba, respiraba aire fresco… disfrutaba como cualquiera de un momento de paz. Pero, desde hace tres años, lo único que siente es pánico al imaginarse sola en un lugar así.

La historia que nos cuenta Sara comienza un lunes a las 12 y media de la mañana unos días después de su duodécimo cumpleaños. Sara salió a pasear con su vecina de 10 años y la perra de ésta por el campo donde solía ir. Las tres estaban disfrutando de un momento de paz, jugando en un campo que adoraban, contentas como cualquier niña a su edad.


Sara se encontraba en la parte de arriba de una cuesta jugando con la perra mientras su amiga las esperaba abajo. De repente, vio a un hombre acercarse y ella, ajena a ese tipo de problemas y por tanto, ajena al miedo, se apartó para dejarlo pasar con toda tranquilidad. “No se me ocurrió que pudiera hacerme algo. Ni siquiera le presté atención”.

Se agachó para seguir acariciando a la perra cuando de repente notó que alguien se agachaba justo detrás de ella. El hombre que acababa de ver, le estaba tapando la boca mientras ella cada vez se sentía más confusa, incluso creyendo que se trataba de una broma. Su agresor, después de taparme fuerte la boca para asegurarse de que no podría gritar, le metió la otra mano dentro del pantalón.

Sara comenzó a golpearle con la correa en la cabeza hasta que su amiga llegó y empezó a darle patadas y tirarle del pelo para evitar la agresión hasta que él se levantó y la empujó. Sara se levantó con la correa en la mano pero él ya se iba corriendo. Sara, presa del pánico y llena de confusión por lo que acababa de ocurrir, sólo pudo abrazarse a la perra y comenzar a llorar.

Al llegar a casa, avisaron a la madre de Sara y fueron directas a la policía municipal. Tras contar la desgarradora historia, lo único que recibieron fue un “nosotros no podemos hacer nada”. Ellas no quisieron darse por vencidas, así que fueron inmediatamente a la guardia civil. Un coche de policía salió a buscar al hombre que acababan de describir ya que el policía que les atendió tenía una hija de su misma edad y no pudo evitar sentir empatía.

Duele pensar en esta parte de la historia que si el policía que las hubiera atendido no hubiera tenido capacidad de entender la rabia que sentían en aquel momento, lo hubieran tomado de otra forma. Duele que en ocasiones tengamos que aludir a las familiares de un hombre para que pueda llegar a entender alguno de nuestros temores.

Meses más tarde, volvieron a llamarlas para enseñarles fotos de violadores y ahí estaba su agresor.

Nos contaron que había intentado violar a otra muchacha, ésta más mayor, cerca de nuestra casa. 

Nunca le metieron en prisión. 

Sigue por ahí suelto, quién sabe si habrá hecho algo a alguien más”.


Sara lo superó como pudo, usando una grandísima fuerza para afrontar lo que le había ocurrido, aunque sigue teniendo miedo de ir al campo y además, nos cuenta: “a pesar del tiempo que ha pasado, sigo teniendo asco hacia las zonas de mi cuerpo que él tocó”. Su vecina corrió peor suerte, pues le costó muchísimo más superarlo y temblaba cada vez que tenía cerca un hombre. Para las personas ajenas a la lucha “no todos son violadores”, para ella, definitivamente, cualquiera podría haberlo sido, todos los hombres que se le acercaban eran potenciales violadores y ella no tenía por qué pararse a preguntarles, pues el miedo no pregunta.

No quiero que nada de esto vuelva a pasar. Ni a mí ni a ninguna otra. Tenemos derecho a poder ir a donde nos dé la gana sin miedo”.



Sara, desde MandaMorada queremos darte las gracias por ser tan valiente y estamos seguras de que esta guerra que libramos cada día pasará a la historia con grandes heroínas como tú que sufren este machismo tan aterrador diariamente en sus carnes. Enhorabuena por tu valentía y no dudes que estamos todas en esta lucha para que cosas así no sigan ocurriendo y seguro que tú sigues creciendo por fin, para poder hacer lo que realmente te gusta sin miedo a nada. Por último, un mensaje para todas aquellas que hayan vivido una situación así: ninguna de nosotras creerá que exageras, hermana, sabemos que lo exagerado es que ocurran cosas así. Aunque la sociedad se encargue de acallar tus gritos, nosotras escuchamos tus susurros, porque si tocan a una nos tocan a todas. Vuestra voz será escuchada por todas nosotras, en necesitofeminismo@gmail.com, porque vuestra voz es también la voz de todas. Gracias.

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